Su historia no es de novela ni tampoco sería el argumento más atrayente para un productor cinematográfico de Hollywood. Hijo de un padre que pastoreaba una iglesia y una madre pobre aunque descendiente de una familia de acaudalados encuadernadores, Vincent enfrentó desde su más tierna infancia condiciones difíciles que podrían convertirlo en un fracasado.
Su adolescencia y primera juventud estuvo rodeada por cuadros de reconocidos artistas, gracias a que trabajaba con un tío en una galería de arte. Su primer mentor fue Antón Mauve. En 1873 el joven se trasladó a Londres. Fue un tiempo muy feliz. Llegó a ser profesor de arte. Pero se vio tentado a trabajar en una librería. Por tres años estuvo ligado a la vida de los mineros y la pobreza que les rodeaba. Allí Vincent Willem van Gogh elaboró sus primeros bosquejos.
Su primer óleo lo tituló "Muchacha bajo los árboles", gobernado por tonos oscuros. Su hermano Theo lo apoyaba económicamente para que siguiera adelante en su vocación por la pintura. Sus cuadros no se vendían aun cuando él guardaba la firme esperanza de que llegaría el día en que el público se pelearía por una de ellas.
Sus depresiones eran frecuentes. Por momentos llegaba a pensar que no valía la pena seguir adelante. Por donde quiera que iba, se encontraba con el rostro del fracaso. La situación llegó a ser de tal manera insostenible, que debió internarse voluntariamente en un sanatorio mental. También una época cuando, estando en Francia, llegó a pintar 80 cuadros en un lapso prolífico de 2 meses. Falleció el 29 de julio de 1890 quien sería considerado uno de los genios de la música contemporánea. Con el tiempo ganaría al mundo con su arte, aún estando muerto, pero perdió su alma para siempre.
Resulta lamentable que millares de vidas brillantes se pierdan en la nebulosa del tiempo sin que hayan dado el paso más importante de su existencia: el paso a la vida eterna. De nada sirven los títulos académicos, la fama o el dinero sin Cristo Jesús en el corazón. Será uno más entre los miles que hicieron tránsito terrenal. Lo más probable, a menos que tengan al Hijo de Dios en su corazón al momento de morir, es que se pierdan por la eternidad.
El apóstol Pablo lo describió de la siguiente manera: "Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados." (1 Pedro 2:20-24)
Es imperativo que recibamos y vivamos a Jesucristo desde lo más profundo de nuestros corazones. Él murió por sus pecados y los míos, nos hizo libres y nos asegura la vida eterna. Nos ofrece una nueva oportunidad y abre las puertas a una vida llena de satisfacciones y crecimiento a nivel personal y espiritual. Hoy es el día de que lo reciba en su ser ¡Será la mejor decisión de su existencia!